lunes, septiembre 10, 2007

Senderos de gloria. Senderos de miseria.

Hace pocos días pude ver una película de Kubrick que tenía pendiente: Senderos de Gloria, rodada en 1957 y basada en una novela de Humphrey Cobb, "Paths of Glory" publicada en 1935.

Es una película profundamente antibelicista que se basa en el ataque suicida del ejército francés llevado a cabo en 1916 contra las posiciones alemanas en Agnoc, un punto estratégico de vital importancia para el desarrollo de la Primera Guerra Mundial.

Ambientada en el dramático ataque a la Colina de las Hormigas, que el General francés Miró (dejándose tentar por el ascenso ofrecido por parte del General Staff a cambio de recuperarla) ordena al Coronel Dax, sabiendo que la mitad de sus hombres, en el mejor de los casos, morirán en el intento. Tras las primeras escaramuzas que devienen en una masacre, los soldados se niegan a continuar. Los generales, que observan a salvo desde un castillo con binoculares la batalla, montan en cólera. El general Mireau ordena a sus cañones abrir fuego contra sus propios soldados para obligarles a entrar en combate. Es lo que los militares denominan en su jerga "morir por fuego amigo". Para Mireau, la única prueba de que la misión encomendada era realmente imposible hubiera sido "sus cadáveres en el fondo de las trincheras".

Para escarmiento de la tropa, los generales eligen tres soldados para juzgarlos en un consejo de guerra que les condenará a muerte por cobardía.

Nunca como en ese momento se ve la enorme distancia entre los que se jugaban la vida en las trincheras infectadas de ratas y anegadas por el barro, y los que daban las ordenes y estaban muy lejanos del horror de la guerra.

El coronel Dax (Kirk Douglas en este papel lleva la parte esencial de la interpretación), que vive a mitad de camino entre el horror de las trincheras y el confort del castillo, opta por defender a sus soldados.

Esta película muestra de forma descarnada la sucia realidad de la guerra en la que a menudo la muerte de seres humanos sirve para satisfacer ambiciones personales y ascensos en la jerarquía de mando.

Estrenada sin problemas en EE.UU., el film empezó a tener problemas cuando fue estrenado en Europa. Su proyección, en 1958, en Bruselas, desencadenó importantes incidentes por las presiones de las autoridades franceses y de las asociaciones de ex-combatientes franceses y belgas, que se negaban a aceptar la imagen que se proyectaba del ejército francés. Las presiones del consulado francés consiguieron que se suspendiese la proyección de la película, lo que a su vez encendió las protestas antimilitaristas.

Las presiones oficiosas francesas consiguieron que la United Artists llamara a la suspensión de la proyección para insertar una nota explicativa y el himno de La Marsellesa al inicio del film. Con esta añadidura, la película volvió a proyectarse en Bruselas. Sin embargo, Suiza prohibió su proyección, y la United Artists simplemente no se atrevió a presentar el film en Francia hasta 1972. Finalmente fue estrenada en el país galo en 1975. Esta historia de censuras y prohibiciones hizo que, aunque es considerado por la crítica como uno de los mejores films de Kubrick, no recibiera ningún Oscar de la Academia de Hollywood. En España hubo que esperar hasta 1986 para que se proyectara como una retrospectiva de Kubrick esta película.

Pero lo impresionante de ver esta película después de pasados tantos años es ver cómo todos estos comportamientos del ser humano siguen estando presentes. Por suerte no en la guerra, ya que en nuestro privilegiado primer mundo, queda lejos. Pero sí en el mundo económico.
Lo ocurrido (y que ocurre) en el mundo militar puede observarse hoy en día replicado sin más problema en el mundo económico. Así vemos continuamente la falta de escrúpulos morales de muchos dirigentes de empresa que no dudan, ante suculentas ofertas de ascensos y pagos de stock options en masacrar continuamente puestos de trabajo para satisfacer así sus ambiciones. Dos mundos totalmente distantes, el de los dirigentes (muy lejos de los problemas humanos que ocasionarán con sus decisiones) y los dirigidos, estos últimos sin ningún opción a cambiar sus destinos. Al igual que entonces todo estaba justificado por “la patria”, ahora se justifica por la defensa de la competitividad de la empresa, que traducido correctamente quiere decir el incremento de los beneficios de los accionistas (se utiliza el eufemismo de "dar valor al accionista") y de los directivos.

Los mismos perros con otros collares. El ser humano tiene difícil arreglo.


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