domingo, noviembre 11, 2007

Mataharis, de Icíar Bollaín


Me cuesta creer que esta excelente directora y antes actriz de cine, es aquella niña, que el día de su primera comunión bailaba aquel pasodoble inolvidable con su padre en la película El Sur. Una escena que yo recuerdo gratamente y que se me ha quedado muy grabada (y que he visto en varias ocasiones de nuevo).
Como directora Icíar lleva cuatro películas y hay que felicitarla porque se va superando. Mataharis, una historia de tres mujeres de profesión detectives en una gran ciudad, es un excelente film que recomiendo. Y que nadie esperé ver una película de detectives. Nada de eso. Lo que veréis es la dignidad en el trabajo, la conciliación familiar, el desamor, la confianza, la falta de intimidad... es decir lo de cada día para la mayoría de españolitos.
Las Mataharis, María Vázquez, Najwa Nimri y Nuria González, excelentes.
No os la perdáis.
Trailer de la película en El Mundo.
Adjunto a continuación dos excelentes artículos sobre Icíar y la película.

"No me siento en la parrilla de salida"
ROCÍO GARCÍA - Madrid - 20/09/2007

"¡Qué carreras para todo!". Icíar Bollaín llega a la oficina de la productora sudorosa, empujando el carrito de un espléndido bebé de tres meses. Es su tercer hijo. "Tiene hambre, pero si le aguantáis un poco, mejor", pide a sus compañeros. El bebé no protesta. Sonríe igual que su madre. La escena podría formar parte de Mataharis, la película que presenta a competición el viernes en San Sebastián. Protagonizada por María Vázquez, Najwa Nimri y Nuria González, Mataharis son tres historias de tres mujeres en una gran ciudad. De profesión, detectives privadas, tienen edades diferentes y se encuentran en momentos vitales distintos. Su trabajo les hace traspasar a diario la intimidad ajena pero no están preparadas para algunos de sus propios secretos. La dignidad en el trabajo, la conciliación familiar, el desamor, la confianza, la falta de intimidad... son los temas que aborda sin tapujos el filme.
"Me dan miedo las expectativas. Pero siento que en el filme está lo que he querido contar"
"Se han roto las fronteras de la intimidad. Hay un interés excesivo en la vida privada"
Mataharis es su cuarto largometraje -tras Hola, ¿estás sola?, Flores de otro mundo y Te doy mis ojos-, pero a sus 40 años se ha enfrentado a él como si fuera el primero. Sobre todo tras el éxito de Te doy mis ojos, esa potente incursión en el maltrato femenino que también compitió en San Sebastián y se convirtió en la gran película de 2003 -siete goyas, Concha de Plata en el festival donostiarra para sus protagonistas Laia Marull y Luis Tosar, y muchos otros más-.
No se siente presionada. "Me costó escribir Mataharis [lo hizo con Tatiana Rodríguez] porque tenía un poco el mogollón de Te doy mis ojos. No pasaba un día sin que alguien por la calle me parara para preguntar qué estaba preparando.
Hubo un momento en el que me obligué a mí misma a olvidar lo que había hecho; por eso Mataharis la he dirigido como si fuera la primera: he probado cosas nuevas, otra puesta en escena y además me he permitido equivocarme", asegura Bollaín, atenta ya a los quejidos de hambre de su niño. "Ahora llega el momento de enseñarla, y me echo a temblar. Me dan miedo las expectativas. Ir al cine con expectativas o con prejuicios no es bueno. Pero estoy tranquila porque siento que en la película está lo que he querido contar".
Sí le da miedo el impacto de la película en el público, pero no estar en competición. "No me siento en la parrilla de salida. Soy muy afortunada de poder estar ahí. Es un lujo. No voy con la idea de competir".
Entró en el mundo de los detectives por una noticia en un periódico británico que hablaba de una agencia en China que sólo contrataba mujeres. "Nos pusimos a investigar y efectivamente en España hay muchas y muy jóvenes. Las aptitudes femeninas se adaptan bien al trabajo detectivesco: la forma de aproximación, la paciencia, la posibilidad de pasar desapercibidas, la capacidad de hacer mil cosas a la vez... El campo de los detectives es muy rico pero es sólo el marco para hablar de parejas, de relaciones, del desamor...".
Cámara en mano, buscando una estética de documental, Bollaín ha rodado por las calles de Madrid -Mataharis es todo un homenaje a la ciudad- sin cortes ni figurantes, con muchos planos secuencia. Se ha colocado en una esquina de la Gran Vía, atestada de gente, de coches y de ruido, y ha ido siguiendo a esas mujeres detectives, buscándolas, observándolas.
Abundando en la misma historia de vigilancia que narra su película. "Se han roto las fronteras de la intimidad. Hay un interés excesivo en la vida privada. Que todo el mundo ande con una cámara de vídeo de aquí para allá, que todos puedan hacer fotos con el móvil en el momento menos esperado... Tenemos que preservar la intimidad hacia fuera y hacia dentro, en la pareja. Cada persona tiene un territorio que es suyo, y eso es lo que te hace interesante. No tienes que estar todo el día desnudo, enseñándote". Icíar Bollaín ya se levanta y va directa a su bebé.

La era de la desconfianza
J. C. 28/09/2007
Las agendas de nuestros teléfonos móviles, la bandeja de entrada del correo electrónico, el historial que facilitan programas como Internet Explorer y el rastro que van dejando los pagos que hacemos con las tarjetas de crédito parecen conspirar por hacer de nuestro tiempo la era de la absoluta transparencia. Cada una de esas herramientas es, a la vez, un estímulo para esa natural tendencia del hombre civilizado a adensar su red de secretos y mentiras o a querer desentrañar la red del prójimo. Con los perversos materiales de una utópica Era de la Transparencia ha acabado por cobrar forma la antiutopía de la Era de la Desconfianza en la que estamos inmersos y que, ahora, la cineasta Icíar Bollaín toma como gran tema de su cuarto largometraje como directora.
Mataharis, película de elaboradísimo andamiaje, toma el arquetipo del detective privado y le obliga a girar a la izquierda de la tradición: hay un doble cambio de género en la propuesta de Bollaín y su coguionista, Tatiana Rodríguez, porque aquí la mirada del explorador de privacidades ajenas es femenina y la coloratura pasa del noir al gris urgente de lo cotidiano. Lo que está en juego no es precisamente un proceso de desmitificación porque estos personajes con cochecito, incomunicación cultural o complejo de culpa a cuestas han dejado ya tan atrás la vieja épica del arquetipo que el único territorio posible de sus aventuras es la épica (o antiépica) cotidiana. Hammett y Chandler ya sabían que el género negro era un pretexto para hablar de otras cosas, Icíar Bollaín puede permitirse el lujo de olvidarse incluso del pretexto para orquestar su indagación de esas historias invisibles que definen la esencia de nuestro presente pero que, quizás, necesitan la mirada funcional del/la detective para desvelarse como gran narrativa.
En Mataharis, la ficción intoxica por primera vez la voluntad testimonial de la directora para desembocar en una precisa coreografía de lonchas de vida: los equilibrismos entre lo personal y lo profesional, los conflictos éticos ante la amoralidad de ciertas obligaciones y los desencuentros sentimentales, entre otros temas, articulan un conjunto que tiene el buen gusto de parecer fácil y liviano cuando no lo es. Bollaín, narradora nata, ha logrado una película viva y redonda, un trabajo ambicioso que logra desvanecer este último adjetivo ante la mirada del espectador, sorprendido por el inusual juego de magia de una cineasta empeñada en no sobreactuar su mérito. Sería injusto no mencionar las notas precisas que pulsa un elenco encabezado por Najwa Nimri.

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