miércoles, mayo 14, 2008

PP: ¿quién le pone el cascabel al gato?

El dicho popular “ponerle el cascabel al gato” parece tener su origen en un cuento del siglo XIV y, posteriormente, tanto Samaniego como Lope de Vega hicieron alusiones a esta famosa frase en algunos de sus escritos.

La historia nos presenta enorme cantidad de ocasiones en que se plantea esta fábula y ahora estamos asistiendo a una de ellas: la guerra civil del PP.
Derrotado Rajoy en las urnas, los aspirantes declarados y no declarados a ocupar su silla, asistieron con pasmo a su decisión de seguir como líder del partido. Pero más pasmados se han quedado cuando han visto que puede virar hacia un centro-derecha, lo que supondría arrinconar a la secta ahora dominante en el partido: los aznaristas y satélites afines.
Por lo tanto la guerra está declarada. Es como en el Líbano: chiitas contra sunis. Todos ellos musulmanes, todos hermanos, pero el poder es el poder (recomiendo leer el artículo de Gil Calvo “Cainismo”, publicado el sábado en El País).
Lo que correspondería sería un congreso el mes que viene donde se debatieran y analizaran las causas de la derrota de Rajoy. Pero eso va contra los intereses de la secta dominante, ya que su ideología podría ser puesta en cuestión y declarada culpable del fiasco. De ahí las prisas por derribar a Rajoy y llegar a un congreso donde no haya que debatir nada. Únicamente habría que oficializar el entierro de Rajoy.
Pero, ¿quién encabeza y lidera el golpe de Estado? Ya se sabe que si fracasas en un levantamiento puedes ser fusilado. Por ejemplo, Esperanza Aguirre. Querría ser la cabecilla, ambición no le falta, pero de ningún modo quiere que fracasar en su apuesta le suponga perder su poltrona en la Comunidad.
Divertido está el tema. Mientras, Rajoy, prueba el ricino de la Caverna (El Mundo y La COPE). Ese ricino que le dieron a probar durante meses a Zapatero ahora tiene que beberlo en cantidades industriales el propio Rajoy. La vida da muchas vueltas y ya se sabe aquello de quien a hierro mata a hierro muere y nunca digas de esta agua (o ricino) nunca beberé.


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