domingo, agosto 31, 2008

Pomponio Flato


Llevo bastantes libros leídos últimamente, y contra lo que indico en la parte superior de este blog, que dice que escribiré sobre Literatura, la realidad es que no lo hago nunca.
Me he prometido ir escribiendo un poco sobre cada uno de los libros leídos, aunque sólo sea para registrar en mi diario su lectura. Y empezaré por uno de los dos que he terminado de leer hoy. El de Eduardo Mendoza titulado: El asombroso viaje de Pomponio Flato, que es su última obra.
En una entrevista a Eduardo Mendoza el autor deja claro que este libro es un divertimento. Que lo escribió en vacaciones, como el que hace un crucigrama, pero que una vez escrito no se resistió a publicarlo.
Pero todos sabemos que es autor al mismo tiempo de obras como La verdad del caso Savolta o de La ciudad de los prodigios y otras tan diferentes, obras menores, como Sin noticias de Gurb o El último trayecto de Horacio Dos. Rápidamente Pomponio queda clasificada dentro de este último grupo.
No voy a contar el argumento, cosa que muchos críticos tienen la pésima costumbre de hacer. Lo primero que debe hacer un crítico (en cualquier arte) es eliminar este vicio de contar minuciosamente lo que pasa.
Únicamente indicaré que Pomponio es un patricio romano que se dedica a viajar por el mundo buscando las fuentes de la sabiduría. Y lo de las fuentes es literal. Fuentes que bebiendo de ellas proporcionan el saber y la certeza. Esta busqueda lo lleva a tierras de Siria (sur de Cilicia) donde es asaltado. Totalmente desamparado y perdido es recogido por una cohorte de la doceava legión, al mando de Liviano Malio. Pero esta cohorte va a enfrentarse a los levantiscos judíos y temeroso de verse involucrado en una batalla, aprovecha el encuentro con un tribuno, Apio Pulcro, para irse a Nazaret, lugar al que va para ejecutar a un condenado a muerte por asesinato que se llama José, el carpintero del pueblo.
Pomponio se ve implicado en una trama policíaca, debido al requerimiento e insistencia del hijo de José, que se llama Jesús.
La obra está escrita como una extensa epístola a su amigo Fabio, a quién relata todo lo ocurrido.
Una parodia humorística de las novelas históricas que tanto abundan y también de los evangelios apócrifos. Dice Eduardo Mendoza que va de buen rollo y aunque toda la trama gira alrededor de personajes bíblicos (hasta aparece Barrabás y otros provenientes de la literatura, como Ben-Hur), no pretende ser irreverente.
A destacar el lenguaje utilizado en este librito que no llega a las 200 páginas, lleno de expresiones de la literatura española de lo más rancio. He subrayado multitud de palabras que desconocía: céfiro, jícara, alacridad, propincuidad, aguamanil, escrofuloso, enteco, etc. Tampoco faltan los latinajos: rebus sic stantibus; videlicet; Dura lex, sed lex, etc.
Me lo he leído en tres días y me lo he pasado bien. Tampoco esperaba más. Por lo tanto, plenamente satisfecho.

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