lunes, febrero 16, 2009

La marcha Radetzky (1932)


Supongo que todo el mundo conoce la marcha Radetzky, compuesta por Johann Strauss en 1848 y que lleva el nombre de un mariscal de campo austriaco. Esta marcha, símbolo de la monarquía de los Habsburgo (y que en ciertos momentos se consideró en Austria una obra reaccionaria ya que Radetzky reprimió la revolución de 1848) es la que durante muchos años ha cerrado el concierto de año nuevo en Viena y que nuestra TVE ofrece incansable cada mediodía del primer día del año. Melodía que nos ha acompañado, por lo tanto, en muchos de nuestros despertares resacosos con los que amanecía un nuevo año de nuestras vidas.

Pero no voy a escribir sobre la marcha sino sobre una novela histórica de verdad, no de estas actuales de Sábanas Santas y Códigos da Vinci. La novela trata de la caída del imperio austrohúngaro vista a través de la saga familiar de los Von Trotta y nos recuerda que no hay imperio que a lo largo de la historia no se haya derrumbado. Por lo tanto muy oportuna su lectura actualmente, cuando el imperio norteamericano se debilita.

Dicen que este es uno de los grandes clásicos de la novela histórica y la que mejor ha reflejado la decadencia de un imperio.

Su autor, Joseph Roth (que no debe confundirse con el Phillip Roth actual), que no conoció a su padre, nació en 1894 en las fronteras del imperio, en la Galitzia resultante del reparto de Polonia en 1772 y que ahora son tierras de Ucrania. Su vida transcurrió entre Brody, donde nació y estudió el bachillerato en alemán aunque como judío conocía el yidis, Viena, Berlín y París finalmente, ya que Joseph Roth era judío y emigró a esta ciudad en 1933 huyendo de Hitler. Una vida de desarraigo, leitmotiv de su obra, que observa con gran intensidad el mundo ya que nadie puede observarlo tanto como un desarraigado.

Roth fue principalmente un periodista (trabajó para el Frankfurter Zeitung, el mejor periódico del momento), uno de los mejores reporteros de la época (años veinte y treinta), aunque hoy es conocido ante todo como narrador con una gran capacidad descriptiva.

La marcha Radetzky, su obra más larga y cuidada, es la que le dio fama, a pesar que escribió veinte novelas y un millar de artículos y relatos.

La trama familiar de los Trotta se inicia en la batalla de Solferino, en la cual, el teniente Joseph Trotta salva al Emperador Francisco José que había acudido al frente para supervisar la marcha de la guerra en el norte de Italia contra las tropas de Napoleón III. El teniente Trotta se adjudica la bala que se dirigía al Emperador, salvando su vida y convirtiéndose así en capitán y barón Von Trotta de Sipolje recibiendo la Orden de María Teresa, la más alta de las condecoraciones.

Al Trotta héroe de Solferino le sucede un hijo gris y mediocre, funcionario del Estado, Franz Trotta, Jefe de Distrito (como un Gobernador), con una vida que es fiel reflejo del Imperio, donde un día se repite tras otro sin la más mínima variación. Firme reflejo de la permanencia de lo establecido es su criado, Jacques, un anciano mayordomo, que ya sirvió a su padre y que permanece en su puesto hasta su muerte, pero también la muestra más característica de que nunca cambia nada es el concierto que todos los domingos toca una banda militar delante del edificio del Jefe de Distrito, donde nunca falta la marcha Radeztky.

Al gris Franz Trotta le sucede su hijo Carl Joseph Trotta en quien se centra la novela. Militar de nuevo, siguiendo los pasos del abuelo, no acaba de conectar con el ejercito. Primero sirve en caballería, luego deserta y vuelve a infantería. Su vida es una vida sin hogar: transcurre en el hotel, el cuartel, la taberna, el prostíbulo, la estación. El alcohol invade su vida y la de todos los militares de la misma forma que invadió la vida de Joseph Roth quien murió debido a sus consecuencias (Joseph Roth escribió una novela breve titulada
La leyenda del santo bebedor).

Pero lo mejor del libro es la sinfonía de personajes secundarios, mosaico de la inseguridad, la desorientación y la fragilidad de los seres humanos que comparten el desamparo de su incertidumbre existencial.

El emperador Francisco José reinó desde 1848 hasta 1916, toda una eternidad, por lo que es totalmente correcto que una saga familiar de tres generaciones coincida con el reinado de un solo emperador en la fase final de este imperio de cincuenta millones de súbditos: checos, eslovacos, polacos, eslovenos, serbios, croatas y ucranianos. Una mezcla explosiva que detonó con el asesinato en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono y que dio origen a la I Guerra Mundial.

La foto es en los jardines enfrente del palacio de Hofburg (justo antes de una tormenta), residencia oficial de Francisco José y de su esposa, la emperatriz I
sabel de Wittelsbach-Wittelsbach, o sea Sissi.

Por si tenéis dudas sobre cual es la marcha Radeztky

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