viernes, julio 23, 2010

Verano con botijo, chanclas, aeropuertos, controladores y otoño negro a la vista

Vemos como muchos españoles este verano, en vez de viaje de vacaciones low cost, tiran de botijo y chanclas mientras se pone aún más en evidencia la locura bancaria de estos últimos años, que no solo tiene que ver con lo inmobiliario.

Ejemplos los tenemos a montones, pero los hay cinco estrellas. Uno de ellos es el aeropuerto de Ciudad Real, un delirio de la inversión privada (ya sabemos que lo privado es siempre más eficiente que lo público) con Caja de la Comunidad financiando el delirante proyecto (a los que realizaron el estudio de mercado de este proyecto deberían darles algún premio a la tontura económica), es decir CCM (también quebrada naturalmente) y con partido político por el medio, en este caso el PSOE y PP, con lo que se demuestra aquello de que
en todas partes cuecen habas.

Interesante el resumen sobre este aeropuerto fantasma que circula por la red y que dice así:

“Ayer, "Le Monde" dedicaba la totalidad de su página 3 a un reportaje, demoledor, sobre el aeropuerto de Ciudad Real. Se trata de un equipamiento de última generación, con una de las pistas más largas de Europa (4 Km.), capaz hasta de permitir el aterrizaje del Airbus A380, el avión comercial más grande del mundo. Las instalaciones están dimensionadas para acoger un volumen de dos millones y medio de pasajeros al año. Para gestionarlo hay 91 trabajadores directos, más unos 200 de las diversas empresas concesionarias.

Hoy, dice Le Monde, un silencio de catedral reina en el inmenso hall de las salidas. El caso es que el aeropuerto de Ciudad Real sólo tiene tres vuelos semanales, que gestiona Ryanair gracias a una subvención pública. La cafetería prácticamente solo sirve almuerzos a los mismos trabajadores que, lunes, miércoles, jueves y sábados, son las únicas personas que dan vueltas por los pasillos en todo el día.

Una obra de esta magnitud ha necesitado invertir de entrada, 500 millones de euros. Buena parte los puso Caja Castilla-La Mancha, que ha sido intervenida por el Banco de España y ha tenido que avalar 9.000 millones de euros con dinero público. Ahora, la Junta de Castilla-La Mancha ha inyectado en el aeropuerto 140 millones más, que irán a compensar las pérdidas enormes y constantes.

Ciudad Real tiene 75.000 habitantes, más o menos las dimensiones de una pequeña ciudad catalana, como Rubí. Dispone de estación de TGV y aeropuerto internacional. Europa ya no quiere pagar más”.

Pues para eso estamos nosotros, los españolitos de a pié…

Cuesta entender esto de los aeropuertos. Otros muchos, creados pensando que España era EE.UU. tendrán problemas en el corto o medio plazo: Lérida, Seo de Urgell, Huesca (Monflorite), etc. O la ampliación del Aeropuerto de Barcelona, en este momento sobredimensionado. Pero como son públicos no quebrarán, ya que pagaremos con nuestros impuestos (y con nuestras reducciones salariales) semejantes despropósitos. Ya vemos como en el aeropuerto de Ciudad Real el Estado tiene que poner finalmente dinero. Pero, ¿por qué no lo dejan quebrar?, nos preguntamos todos.

Los que no quieren tirar de botijo (y hacen bien) son los controladores, convertidos por los medios de comunicación en los delincuentes salariales por excelencia. Ya sabemos que todos los trabajadores españoles no se merecen en absoluto lo que ganan y que llevamos tiempo viviendo “por encima de nuestras posibilidades” y por lo tanto corresponde que nos pasen factura por tamaño despropósito.

Por lo tanto, puestos a pasar el cepillo salarial, se empezó por lo más simbólico, los controladores, siguiendo el estilo impuesto en su día cuando en este país se inicio la reforma fiscal y se empuró a la Faraona, a la misma Lola Flores, para dar ejemplo de que aquí no se iba a librar nadie de Hacienda, cosa que estamos comprobando que es una falsedad terrible y el fraude alcanza cotas inigualables, mientras que la falta de ingresos del Estado por esta razón se suple mediante las aportaciones de los mindundis, que para esto los ha puesto Dios en el mundo.

Y como ejemplo los datos recientes: el último Informe de la Lucha Contra el Fraude Fiscal en la Agencia Tributaria, elaborado por Técnicos del Ministerio de Hacienda, explica que trabajadores y pensionistas declaran anualmente a la Hacienda Pública una media de 7.200 euros más que los profesionales y los pequeños y medianos empresarios. Así, asalariados y pensionistas declararon el pasado año una media de 19.288 euros, un 59,5% más que los profesionales y pequeños y medianos empresarios, que declararon unos rendimientos medios de 12.089 euros. El diferencial entre ambos colectivos se ha multiplicado por cinco en los últimos quince años.

Debe ser que los salarios siguen siendo muy altos y habrá que bajarlos más aún, ¿no? No se puede permitir que los asalariados ganen más que los pequeños empresarios, que demuestran ser algunos de ellos los reyes del fraude, con el permiso de Hacienda, que permite ya un fraude del 23%.

Pero volviendo a los controladores primero deberíamos preguntarnos, ¿de que depende el nivel salarial de una persona? La mayoría opinará que nuestro salario depende de la dificultad de realizarlo, incluyendo en ello la formación necesaria para desarrollarlo. Pues no. Joseph Heath, en su libro Lucro Sucio, nos lo explica con detalle (Pág.240) cuando nos indica que “el determinante más importante de los salarios no es lo que produces, sino lo fácil que es reemplazarte”. Y los controladores lo demuestran, ya que para ejercer este oficio no son necesarios ni títulos universitarios ni masters. En mi opinión, bienaventurados los trabajadores que consiguen defender su nivel salarial, por alto que este sea. Al menos que alguien se escape de la quema y pueda consumir, que falta hace.

Conocedores del tema, el Gobierno se ha puesto manos a la obra y ha decidido cargarse el mercado laboral, una vez más. ¿Qué hay unos tipos que ganan mucho?, pues ahora verán y no han dudado en crear el “ejercito de reserva” correspondiente (esto no se puede arreglarar con unas cuantas pateras), o sea, utilizar controladores militares, para así hundir a estos trabajadores privilegiados. Y son privilegiados porque tienen armas para defender su nivel salarial. ¡Ojala las tuvieran todos los trabajadores! Si fuese así no se atacaría impunemente al asalariado,
como está ocurriendo, para que pague la crisis. Los controladores, para entendernos, son la Lola Flores de los asalariados. Así el Gobierno quiere pasar por el justiciero social que a los ojos de los trabajadores nos iguala a todos, pero terrible igualación porque ¡nos iguala a la baja! Magnifica justicia salarial.

Recuerdo la conocida encuesta que preguntaba a los conductores españoles que preferían:

1) Ir todos a 60 km. por hora.
2) Ir como mínimo a 80 km. pero sin límite superior de velocidad.

La respuesta predominante en la encuesta fue la 1. Preferimos que el mal sea para todos antes de que haya alguno que esté mejor que nosotros, aunque salgamos ganando.

Y hablando del mercado laboral recomiendo leer el artículo de José María Zufiaur Inestabilidad laboral contraproductiva), ya que es un buen resumen de todas las falacias que nos están soltando para bendecir las medidas que se han tomado recientemente en material laboral, y que si hemos de hacer caso de la propaganda con la que nos han bombardeado, nos traerán miles de puestos de trabajo nada más volver de vacaciones (aunque lo que van traer es más paro). El artículo es excelente porque nos recuerda que desde 1984, año en que se inició la saga de modificaciones, la cosa, como era de esperar, siempre ha ido a peor para los trabajadores.

Con esta son ya cuatro las reformas laborales.

La primera, la de 1984, con altísimas tasas de paro entonces, se basó en la afirmación (ahora vemos lo falsa que era) de que “más vale un trabajo precario que ninguno”, instauró la contratación temporal sin causa y la finalización del contrato sin una mínima indemnización. La temporalidad se cronificó y un tercio de los trabajadores quedaron “temporalizados”.

La segunda, en 1994, se dedicó a corregir está temporalidad, afirmando que la flexibilización del despido y el aumento de la discrecionalidad empresarial se arreglarían ampliando las condiciones del despido individual y transfiriendo importantes parcelas de las condiciones de trabajo a la decisión empresarial. No bajó la temporalidad y se incremento la arbitrariedad empresarial que debilitó la negociación colectiva y bajó los salarios.

La reforma del 2002 se hizo con los mismos argumentos y convirtió en superfluo el recurso a la tutela judicial en el despido improcedente y redujo, mediante la eliminación de los salarios de tramitación, los costes del mismo.

La reforma actual, buscando dar respuesta a la dualidad entre los trabajadores fijos y temporales, lo que hace es abaratar drásticamente el despido, automatizarlo, debilitar la negociación colectiva y reconocer las agencias privadas de colocación.

Ahora, en vez de esa dualidad fijos-privados, tendremos cuatro dualidades: antiguos-nuevos contratados, cualificados-no cualificados, contratados de corta-larga duración y jóvenes-viejos.

Zufiaur nos deja claro como se nos miente en cuanto a que el despido es caro en España: la OCDE nos sitúa en una posición intermedia y muy por debajo de países como Alemania, Suecia, Holanda y Francia.

Estamos a la cabeza de Europa en rotación de empleo y en despidos (y eso que eran caros). El empresario español es un as del despido y ahora que será más barato será el rey. Se despide mucho y con gran facilidad. La empresa no ejerce la más mínima red de protección social al trabajador y así nos va.

Lo bueno del caso es que el empresario español quiere que sus trabajadores, además, sean productivos. Los quiere precarios y cada vez más mal pagados y pretende, además, productividad. Son geniales.

Y en otro ámbito vemos como las mejores mentes pensantes (a falta de otra tarea mejor) se dedican con empeño a desmontar lo público. Manos a la obra se ha puesto Cameron, que va a dejar empequeñecida hasta la propia Thatcher. En un discurso en Liverpool, Cameron afirmó que "la gran sociedad es un cambio cultural enorme" por el que la gente en lugar de mirar al poder para que le solucione sus problemas cotidianos, "se ayuda a sí misma a través de su propia comunidad". Se trata, dijo, "de la mayor y más espectacular redistribución de poder desde las élites de Whitehall al hombre y la mujer de la calle".

Vemos lo mismo de siempre. Vender frases para que compres. La realidad es que lo que realmente se busca es reducir el peso del Estado reduciendo el gasto público. Para esto no hacían falta tantas alforjas: la derecha siempre ha querido eso. Pero el primer ministro niega que sea ese el objetivo: "No se trata de ahorrar dinero, se trata de tener una sociedad mayor y mejor". Y puso un (mal) ejemplo que pone los pelos de punta.

"Si publicamos los datos precisos de dónde y cuándo se han cometido los crímenes en la calle podemos dar a la gente no solo el poder de obligar a la policía a rendir cuentas sino que, en el futuro, los ciudadanos pueden ponerse en acción por sí mismos, por ejemplo poniendo en marcha nuevos programas vecinales de vigilancia o un nuevo club juvenil". Me veo los fines de semana ejerciendo de poli de barrio.

Cameron explicó que el sistema para extender su idea se basa en tres patas: descentralización, transparencia y dinero. Descentralización del poder central al local y desde este al "nanonivel: a las comunidades, los vecindarios y los individuos". Transparencia porque los ciudadanos han de estar informados para estar en condiciones de participar.

En resumen, háztelo tú y sálvese quien pueda.

Con las chanclas puestas seguiremos tirando de botijo veraniego, mientras asistimos al espectáculo de la puesta en práctica gradual de todas esas medidas que nos piden “los mercados”, consistentes en recortar los derechos de los trabajadores y el gasto público (estas últimas medidas de recorte eliminarán 95.000 empleos como mínimo), todo ello en medio de una recesión, cuando la ausencia de inversión privada y crédito bancario son manifiestos, lo que únicamente puede producir un agravamiento de la crisis. Pero ya sabemos que para que los errores de los doctos médicos se pongan en evidencia siempre hace falta tiempo. Lo que pasa es que a veces el enfermo se muere mientras.

Otoño muy negro a la vista.

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