miércoles, junio 25, 2014

Treparriscos 2014 – Evidentemente estoy gafado

A las seis de la mañana bajaba en larga caravana el puerto de Pedralba en dirección a Sabiñanigo. La Quebrantahuesos y la Treparriscos reúnen ya a 11.000 ciclistas y la infraestructura hotelera de la comarca ha de dar soporte a una cifra superior ya que muchos ciclistas van con sus familias y amigos. Un agradable impacto en la comarca de nueve millones de euros, que van muy bien para la economía de la zona.

Por lo tanto, al amanecer, una legión de coches procedentes de todos los pueblos vecinos se abalanza sobre Sabiñanigo a la búsqueda de un sitio donde aparcar el vehículo.

Tuve suerte encontrando el último hueco en el aparcamiento del cementerio. Mientras que el año pasado llegué una hora antes porque debía recoger el dorsal, con el chip, y el maillot, este año me adelanté yendo el viernes a Sabiñanigo, acompañado esta vez de mi mujer, que quería ver el impresionante montaje: la zona de llegada-salida, la carpa de un gran circo contratada para alojar las mesas para servir la comida post actividad, las enormes paelleras, los camiones tráiler de cerveza con los múltiples tubos para servirla y los 50 stands.






El viernes el calor era abrumador. Mientras que el año pasado hacía frío este año se veía venir que iba a ser una fritanga. Nos costó encontrar restaurante en el pueblo y eso que la verdadera masa ciclista estaba por llegar.

Al día siguiente, a pesar de llegar más tarde que el año pasado, conseguí ponerme de nuevo en primera línea de salida. A mi lado tenía un neozelandés que había atravesado el planeta para no perderse esta orgía ciclista, probablemente uno de los eventos ciclistas más importante a nivel mundial.

Estuve de charreta con un madrileño que el año pasado había hecho la QH y este año no tenía ganas de sufrir y se había apuntado a la corta, a la Treparriscos.

Poco antes de las siete treinta, hora oficial de la salida de la QH, un drone sobrevoló nuestras cabezas y el comienzo de la carrera quedó inmortalizado. Al mismo tiempo dos grupos de fotógrafos encaramados en esas grúas que se utilizan para subir muebles a las casas,  no paraban de disparar. Y es que el espectáculo era impresionante. Durante cuarenta minutos vi desfilar más de nueve mil ciclistas por delante de mí.

Al lado tenía tres italianas cuarentonas que iban puestas como para ir de gran fiesta. Como mínimo se debían haber levantado a las dos de la madrugada para maquillarse.

Y llegó el momento. Salí precedido de los del club ciclista Lizarte que con todo el morro se colocaron delante. Uno de sus miembros fue el ganador en la corta de la Puertos de la Ribagorza. Era evidente que también querían lucirse en esta marcha.

Nos pararon bajo la salida oficial para que las autoridades se hicieran la foto de rigor y empezaba el recorrido que esta vez salía en sentido opuesto ya que la carretera por el sur está en obras.

Y en los primeros repechones (el recorrido hasta Biescas es un sube y baja permanente) aparecieron de nuevo las fuerzas del mal: el cambio no me funcionaba bien y no me entraban las tres coronas grandes. Pasadas las primeras rampas, que pude superar porque aún estaba fresco, empecé a digerir que subir Cotefablo así sería imposible. 

Ya había asimilado que en Biescas tendría que abandonar si nadie lo remediaba y apareció el primer representante de las fuerzas del bien: un ciclista que venía detrás y que oía como mis intentos de cambiar de marcha eran vanos, y así como subía a piñón más grande  automáticamente volvía a la corona donde estaba, me gritó que si me paraba me lo arreglaba en un plis-plas. Loado sea el cielo. Así fue. Le bastó con girar un tornillo (me he jurado aprender cómo va esto) para arreglarlo. Pero el arreglo no fue total. Poco después comprobé que la última corona seguía sin entrar. 

Inicié la subida a Cotefablo teniendo ya claro que había perdido tiempo. No sabía cuánto porque el Ibike había dejado de funcionar de nuevo (más adelante explico porque creo que pasa esto). Subía pensando que en los tramos más duros no podría recurrir al tranquilizador 28 dientes. Así que de vez en cuando me tenía que poner a caballito para aumentar la potencia del pedaleo. Yo soy de los que funcionan por cadencia y no por potencia. El rey de la cadencia era Amstrong que iba siempre a 100 pedaladas por minuto (y en los puertos a 90) y el rey de la potencia era Indurain: su pedaleo era lento pero movía unos desarrollos enormes, de forma que en cada golpe de pedal avanzaba una barbaridad.

Subiendo Cotefablo


Pasé por Cotefablo en 2h 22’, tiempo que deduzco gracias al video que hacen antes de entrar en el túnel donde se corona el puerto y que graba la hora de paso de todos los participantes.

Mi paso por Cotefablo


Empecé a bajar a toda pastilla superando las curvas donde están los fotógrafos situados en el descenso de este puerto. Menudo placer. Dentro de todo pensaba que podría hacer el recorrido en un buen tiempo. Pero las fuerzas del mal aparecieron de inmediato. De repente oí un ruido metálico en los radios de la rueda trasera y el que venía detrás de mí me gritó ¡tornillo! ¡se te ha soltado un tornillo! Pasé de 61,3 km/h. que iba en ese momento (el Ibike había empezado a funcionar de nuevo) a cero en un santiamén. Eso me salvó probablemente de irme al hospital. 

Momentos antes del pinchazo. Detrás viene el que me gritó ¡tornillo!




Me bajé de la bici mientras cientos de ciclistas pasaban como balas ante mí. Confusión total. ¿Un tornillo? ¿Dónde? En la bici no faltaba ni un tornillo. Lo que pasaba es que había pinchado. Y aquello no era un pinchazo. La cubierta (era nueva) estaba rajada y no tenía solución. Se lleva cámara de repuesto, pero no cubierta. Y es que esto no pasa nunca. Así que feliz como un anís me quedé al ver que me había tocado la lotería. Habían pasado cientos de ciclistas por delante y el tornillo me estaba esperando a mí. Pero, ¿y el tornillo?¿dónde estaba?

Confusión y atontamiento de ver pasar tanto ciclista gritando, con efecto Doppler incluido, “¿quééé tieNNNESS PROblemaaasss…? ¿Por qué me decían eso, si era evidente que nadie iba a parar? Supongo que era el tic amigable que te sale sin pensar.

Puestos a quedarme frito esperando al coche escoba que tardaría en pasar un montón de horas, decidí subir andando los tres kilómetros de puerto que había bajado y regresar a lo alto de Cotefablo, donde había avituallamiento y así la espera iba a ser más cómoda, con bebida y papeo, acompañado de las "Chicas de la Cruz Roja".

Subí arrastrando mi bici pinchada mientras me convertía en el bicho más observado de la Treparriscos 2014. Supongo que por la tarde todo el mundo comentaría “¿habéis visto ese que subía Cotefablo en contra dirección con la bici averiada?” Y subiendo me encontré los tornillos (varios) causantes del desaguisado, pertenecientes al guarda raíl. Esto me pasa, pensé, por ser un "limpiacunetas". Trazo tan ajustado las curvas que piso el arcén con frecuencia y un tornillo cayendo del guarda raíl puede rebotar y adentrarse en la calzada.

Llegué al collado y enseñé, nada más llegar, los tornillos a la Guardia Civil. Me hidraté, comí, charlé con las "Chicas de la Cruz Roja" y cuando llevaba ya bastante rato allí me di cuenta que había servicio de reparación de bicis puesto por los organizadores de la prueba. Puestos ya a perder el día, mejor ya reparar la rueda y el cambio de marchas y trabajo ya hecho. No llevaba ni un euro encima, pero me dieron un papelito para pagar al llegar a Sabiñanigo, en el stand de los organizadores (Chain Reaction Cycles).

Y justó cuando me dieron la bici arreglada apareció por el túnel el coche escoba con los motoristas de la Benemérita (acabaremos siendo amigos) abriendo ya la carretera. Como soy muy legal pregunté si podía echarme al asfalto. Mejor pedalear que irse al coche escoba, que además irá mucho más lento, pensé. El motorista me dijo que no había problema, pero que si me pillaban tendrían que descalificarme. ¿Pillarme?, pensé, esto no es la PR de Graus.

Me lancé Cotefablo abajo liberando la rabia contenida y mira por donde viví uno de los momentos más deliciosos que he tenido sobre la bici. Con la carretera cerrada al tráfico y ya sin ciclistas, el tener un puerto de esas dimensiones para mí solito fue algo que no olvidaré.

En solitario ya


Supongo que en los diferentes puntos del puerto por donde pasé en los que había voluntarios o Guardia Civil no les cuadró la forma en la que desfilé por delante de ellos. Si era casi el último (solo quedaban dos chicas vascas con idéntico problema en el cambio) eso debía suponer que debía ir hecho polvo. Pero era todo lo contrario. No tendré ocasión nunca más de bajar un puerto así. Al llegar a la curva del desvío a Torla/Ordesa los frenos rugieron de forma salvaje. Aquello fue una exhalación. El tema es adictivo. En la medida que superas una curva a determinada velocidad entras en la siguiente dándole más caña y cuando llegas al final del puerto vas ya como una moto.

En Broto me aplaudieron y animaron. ¡Era casi el último! De nuevo me encontraba en esa rara y desagradable situación, aunque ahora era totalmente absurda y surrealista. Supongo que tampoco les cuadraba mi velocidad, ya que no era la de un ciclista agotado.

Seguí disfrutando de carretera cerrada en solitario hasta Fiscal (aunque ya pasé a algunos colegas) y llegué a la horrible subida al puerto de Pedralba, carretera de nuevo diseño, como la de Villacarli o Foradada. Ni una sombra, solo asfalto.

Como el tiempo que iba a realizar en hacer el recorrido me importaba un bledo, me paré en el avituallamiento que había una vez cruzado el río. Allí tenía a diez jovencitas a mi disposición y así me lo hicieron saber: “como ves estamos todas a tu disposición, para lo que quieras”, me dijeron. ¿Para lo que quiera?, respondí riendo. Hombre, saltó una rápidamente entre risas, para lo que quieras... de beber y de comer… Aproveché para preguntarles si conocían la Ley de Murphy...

Una vez hidratado emprendí la subida y, a pesar de no tener nadie a la vista, a mitad de puerto empecé a pasar gente. Eran los que iban al límite. Alguno subía incluso andando. No podían con el 8%. Temperatura de 32 grados y un sol de justicia. 

Subiendo el puerto tuve tiempo para pensar en porqué se me cuelga el Ibike en las marchas ciclistas y creo que el tema está claro: al ser inalámbrico y con cientos de ciclistas alrededor, seguro que hay alguno en la misma frecuencia y el aparato se hace un lío.
Por otra parte también descubrí el porqué de la avería en el cambio: un golpe con la puerta del ascensor cuando iba al garaje de mi casa. La “flaca” es así de delicada.

Alcancé el túnel pensando que me iba a refrigerar un rato, pero nada de nada. Poco después emprendía el descenso hacía Sabiñanigo también a toda caña, aunque en esta vertiente solo hay pendiente fuerte en la parte superior del puerto y por la parte baja tienes que dar pedales de valiente.


Llegué a la meta por recorrido también diferente al del año anterior, uniéndome a los fieras que ya llegaban de la larga, entre ellos Indurain. Edurne Pasaban repitió y por lo que vi en un Twit sufrió de valiente. Y es que la temperatura era salvaje.

Llegando a meta, cabreado



Veinticuatro euros me costó la reparación, que pagué religiosamente después de cambiarme de ropa y de volver a la llegada, donde se encontraban los chavales que se portaron de maravilla reparándomela. No fui a buscar el diploma ni la medalla porque el tiempo registrado no era indicativo de nada. Me es suficiente con guardar en el recuerdo el descenso de Cotefablo, que mantendré vivo en mi memoria durante mucho tiempo.


Naturalmente el coche escoba no me había pillado y llegó hora y media después. Fue un acierto seguir, aún a costa de pasar por ser el último durante un buen rato.

Nota:

A destacar lo ocurrido en la Quebrantahuesos. Las tres ediciones anteriores fueron "ganadas" por Angel Vázquez. Pongo "ganadas" entre comillas, porque en estas pruebas no hay ganadores oficiales aunque los medios siempre acaban nombrando ganadores. Angel Vázquez es un exprofesional expulsado del ciclismo por dopaje. Y claro, acaba siempre primero la QH y se sospecha que se sigue chutando.

Como en estas pruebas no hay control antidoping (ya solo faltaría que a los aficionados nos hiciesen hacer pipí al acabar el recorrido) la organización, que ha tardado mucho en reaccionar, tiró por el camino del medio: lo dejó participar pero acordando con él que no acabaría en los puestos punteros.

Pero la cabra siempre tira el monte y sobrado de hematocrito el chaval, este año también iba primero, hasta que la organización lo descalificó en Hoz de Jaca. Eso pasa por haberlo dejado participar (aunque probablemente hay problemas legales para impedírselo).

Y un comentario a esta noticia: "Lo que tiene hasta las narices a la gente que corre la quebrantahuesos, que va allí a echarse unas risas con los amigos y a afrontar el reto personal de terminar la prueba, es que te lleguen una porrada de tíos ex-profesionales, ex-dopados y ex-todo, hasta con unidades de apoyo en carrera y bicicletas de repuesto, y se pongan allí a correr la prueba como si estuvieran en una etapa del Tour de Francia. Eso, que yo sepa, no es cicloturismo. Que la hagan prueba oficial y ya nos ponemos los aficionados a correr otra por nuestra cuenta, que organizadores no van a faltar".

Imágenes de la QH (algunas realizadas con el Drone)

 

1 comentario:

amnesia dijo...

Creo que como rey de la potencia, por su cadencia lenta pero moviendo un enorme desarrollo, se podría situar a Rominger por delante de Indurain.

Ánimo, la mala suerte no puede durar siempre.

 
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