martes, enero 13, 2015

Dos artículos interesantes sobre Podemos en El País

El País ha publicado dos artículos intentando explicar las razones del fulgurante aumento de esta nueva formación política. Deben estar escritos para los que no se enteran de lo que ocurre. O no quieren verlo. Pero dentro de todo son interesantes, aunque están llenos, a estas alturas ya, de obviedades.

Esto debe ser para compensar los cuatro mil artículos que le lloverán al votante español de Podemos para meterle miedo en el cuerpo.

Peridis ya ha empezado.

 


Las cuatro crisis de Podemos

Los partidos deben responder al desafío de un nuevo jugador en el tablero político
Iglesias entra en campaña y se propone “ganar partido a partido”
Luis García Tojar / Antón R. Castromil 12 ENE 2015 - 00:00 CET


Un fantasma recorre España: el fantasma de Podemos. Desde las elecciones europeas de la primavera pasada, el sistema político español está estresado por la amenaza de un objeto político no identificado que promete una transformación radical del orden constitucional surgido de la Transición. Partidos, instituciones representativas y medios de comunicación han de responder al desafío de un nuevo jugador cuyo perfil no se adapta del todo a lo que estábamos acostumbrados a ver.

Pero, ¿qué es Podemos? Por ahora esta pregunta sólo se puede contestar de manera provisional. Aquí avanzaremos una respuesta alrededor de cuatro elementos que manifiestan los efectos de una crisis económica y al menos tres crisis políticas diferentes: de líderes, de discursos y de partidos.

1. Podemos es un movimiento social. Por lo que sabemos, la mayoría del electorado de Podemos se nutre de dos fuentes: votantes frustrados con el PSOE y el PP, por un lado, y abstencionistas tradicionales movilizados por los efectos de la crisis económica en la que nos hallamos inmersos.

Empecemos por los votantes. La segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero en el poder (2008-2011) se parece mucho a una fruta cortada de cuajo por la mitad. El problema es que una parte se antoja una naranja y la otra un limón. La naranja: Zapatero mantuvo durante meses su intención de gestionar la crisis sorteando la penalización a las clases medias y trabajadoras que se sugería desde Bruselas. El limón: la presión política y mediática llegó a ser tan fuerte que el expresidente terminó por dar su brazo a torcer. La consecuencia: la “salida social de la crisis”, principal encuadre del PSOE, terminó hecha añicos encima de la mesa de una socialdemocracia en descrédito. El PPSOE, tan coreado en las calles del 15M, estaba tomando carta de naturaleza.

En este sentido, las elecciones de 2011 pueden entenderse como un “puestos a recortar, que recorten los que saben”, en clara referencia al PP. Rubalcaba recibía una herencia envenenada: un socialismo sin argumentos y con el principal de sus encuadres inoperante. La crítica a la política del recorte resultaba ya imposible y, con ello, su capacidad de maniobra. Y aquí entra Podemos. Los ideólogos de la nueva formación no tuvieron más que dejar pasar el tiempo y conectar con el descontento callejero. El verdadero logro de la nueva formación tiene mucho más que ver con la comunicación del descontento que subyace al PPSOE que en su propia creación. Gran parte de lo que surge a partir del 15M y las distintas mareas reivindicativas (educación, sanidad, vivienda…) se vuelve tangible mediante la marca Podemos.

Podemos es el suceso político más interesante en los últimos 30 años

En su momento fundacional, enero de 2014, corre ya por España un poderoso movimiento social de rechazo al sistema donde confluyen estos dos grupos frustrados, los viejos votantes del PPSOE y las nuevas víctimas del precariado y el desempleo masivos. Podemos ha convertido en círculos esas mareas: las ha fijado a objetivos políticos sin dejar de mantenerlas en movimiento, por lo menos hasta ahora, lo que le proporciona una fuente de energía política —carisma genuino, manufacturable en forma de liderazgo pseudocarismático— de la que los grandes partidos carecen.

2. Podemos es una nueva elite política. Con Podemos entra en juego un grupo de intelectuales de izquierda, universitarios, con conocimientos y experiencia en el campo de la comunicación política (especialmente en América Latina). Desde 2008, a partir del éxito de un programa de televisión local, esta élite va entrando en la arena del poder y acuerda con las pequeñas formaciones que pugnaban por representar a los indignados la creación de una supermarca electoral de cara a las Europeas de mayo. Pablo Iglesias es la cara principal del grupo, sin cuyo saber-hacer el voto de la frustración se habría perdido entre logotipos.

3. Podemos es una nueva retórica política. ¿En qué consiste este saber-hacer? La élite de Podemos es antes que otra cosa una élite mediática, más concretamente televisiva. Tras curtirse en el formato de tertulia política hooligan de las cadenas digitales, en 2013 los responsables de Producciones CMI (Con Mano Izquierda) dan el salto a las cadenas generalistas de televisión y se convierten en “estrellas” de programas como Las mañanas de Cuatro y La sexta noche, que han popularizado una nueva manera de hablar y por tanto hacer política, desde el partisanismo y la confrontación en lugar del debate en busca de consenso. Podemos es, también, un ejemplo de colonización del campo político por parte del campo mediático, proceso detectado por el sociólogo Pierre Bourdieu (Sur la télévision, 1996) y sobre cuyas consecuencias aún no se ha reflexionado lo suficiente.

Desde el punto de vista retórico, la gran victoria de esta formación ha sido la imposición de la metáfora de la casta, con la que movimiento y partido se dotan de objetivo además de cambiar el marco político tradicional (izquierda-derecha), que dividía al electorado en dos mitades más o menos iguales y legítimas, por otro que sitúa a todo el pueblo frente a un enemigo común: banqueros, especuladores, troika y PPSOE. Es por eso que, para desconcierto de algunos, Podemos pide el voto por la izquierda y la derecha y sin duda es, desde el punto de vista técnico, un partido populista, neopopulista o simplemente pop en el término acuñado por Gianpietro Mazzoleni y Anna Sfardini (Politica pop, 2009). Aunque mejor es invertir el argumento: la televisión ha convertido la política en política pop y Podemos es el primer actor que en España se ha adaptado al nuevo juego.

4. Podemos es el resultado de un sistema político agotado. El éxito de Podemos es también el fracaso del modelo de bipartidismo imperfecto heredado de la Transición. Aunque existen excepciones, los partidos centrales de nuestro arco parlamentario vienen actuando desde hace tiempo más como defensores de privilegios —propios y ajenos— que como paladines del bien común. En tiempo de bonanza no supieron enfriar la euforia, ni emplear la riqueza nueva en medios de producción ligados a la innovación, y en la escasez no han sabido explicar a una población adulta por qué y para qué es necesario tanto sufrimiento. En definitiva, es difícil esquivar la conclusión de que nuestra democracia necesita una reactivación. Y el partido de Pablo Iglesias gusta porque se ofrece para llevarla a cabo.

Podemos es el suceso político más interesante ocurrido en España en los últimos 30 años. Su futuro electoral es incierto y más aún lo son las consecuencias que tendrá su emergencia sobre nuestro orden político. En clave interna, la apuesta fundamental es el mantenimiento del matrimonio, mal avenido también, entre movimiento social y partido político. Este objetivo depende por completo de la alquimia entre televisión e Internet, territorios respectivos de la élite y los círculos. Mientras pueda presentarse como ambas cosas, la nueva formación tendrá una ventaja estratégica decisiva: nunca será del todo casta. En clave externa, los demás partidos pueden temblar, si quieren, o esforzarse en entender que con Podemos (e incluso a pesar de Podemos, eso ya se verá) alcanza la mayoría de edad una ciudadanía más culta y politizada, capaz de conectar problemas personales y contradicciones colectivas. Un ciudadano que no ha existido nunca en la historia de España pide la palabra frente a una estructura de poder cada vez más cerrada y opaca. Se va definiendo así, más claramente, la cuestión social del siglo XXI.

Luis García Tojar y Antón R. Castromil son profesores de Sociología y Opinión Pública en la Universidad Complutense de Madrid.

¿Cuánto podrá Podemos?

La mayoría de sus potenciales votantes no comparten la ideología radical

Podemos ha pasado de representar la gran novedad sobre la escena política nacional tras su irrupción en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo a ser un habitual de los primeros puestos en las encuestas de intención de voto. Un invitado incómodo para casi todos. Para el PP y el PSOE porque ha logrado romper —de momento solo en las encuestas— la dinámica bipartidista protagonizada por ellos y que ha caracterizado el sistema de partidos español en las últimas décadas. Para IU y UPyD (además de para otras fuerzas minoritarias) porque les ha impedido capitalizar el desgaste electoral de los dos grandes partidos que todas las encuestas pronosticaban ya con anterioridad a la aparición de Podemos. Y para los partidos nacionalistas porque parece haber roto el eje nacionalista-no nacionalista, que tradicionalmente acaba configurando los apoyos electorales en algunas regiones, logrando apoyos a ambos lados del eje (el coordinador general de CDC, Josep Rull, ha llegado a definir a Podemos como “el caballo de Troya” del Estado español contra el proceso soberanista catalán). La pregunta que muchos se hacen es hasta cuándo aguantará en la fiesta este invitado. En otras palabras: ¿qué futuro puede tener Podemos?

La respuesta —no fácil— a esta pregunta pasa por dos cuestiones —que no son las únicas pero sí, probablemente, las principales—: quiénes son los potenciales votantes de Podemos —definidos como aquellos electores que manifiestan su intención de votar o su simpatía por este partido en el caso de que unas hipotéticas nuevas elecciones generales tuvieran lugar de manera inmediata— y, sobre todo, qué es lo que les lleva a confiar en esta formación política.

El potencial votante de Podemos no difiere sustancialmente de los potenciales votantes del resto de partidos en algunos rasgos básicos. Son mayoría quienes actualmente tienen trabajo, quienes cuentan con estudios de segundo grado, quienes residen en municipios de menos de 100.000 habitantes y quienes se definen de clase media. Eso sí, entre ellos predominan los votantes masculinos (característica compartida con los potenciales votantes de IU y UPyD) y quienes se declaran no creyentes, ateos o agnósticos (coincidente con IU). La edad media del potencial votante de Podemos es de 43 años, solo por encima de la que tiene el potencial votante de UPyD (40).

La ciudadanía cree que el bipartidismo nos ha llevado a la actual crisis

Ideológicamente, se posicionan en el 3.9 de la escala izquierda/derecha (que consta de once puntos: de 0 a 10, correspondiendo el 0 a un posicionamiento de extrema izquierda y el 10 a otro de extrema derecha), y perciben a Podemos en el 2.8, es decir, más escorado a la izquierda de donde ellos mismos se perciben. En términos de esta escala, los votantes potenciales de Podemos resultan estar ideológicamente más cerca de los votantes potenciales del PSOE (que se posicionan en el 4.2) que de su nuevo partido. Este es un hecho nada sorprendente si se tiene en cuenta que entre el posible electorado de Podemos predominan quienes en las elecciones de 2011 votaron a los socialistas. Además, la mayoría se considera socialdemócrata o socialista y solo un 7 % se define como comunista o radical de izquierdas, a pesar de que un 32 % utiliza estas mismas etiquetas para definir a Podemos. Se trata, pues, de un electorado apreciablemente menos orientado a la izquierda respecto a cómo perciben a la formación que dicen tener intención de votar. Es decir, no se engañan.

¿Pueden estos pequeños desacoplamientos ideológicos constituir el fermento de futuros desistimientos de la intención de voto por Podemos manifestada ahora, en un momento en el que no hay elecciones a la vista ni, por tanto, debates que propicien la clarificación ideológico-electoral? ¿O no constituyen razón suficiente para dejar de apoyar en un futuro a la formación liderada por Pablo Iglesias?

Los datos de intención de voto muestran una gran estabilidad en los apoyos de Podemos. Desde que esta fuerza política emergió este pasado otoño está disputando la hegemonía a PP y PSOE con una intención de voto que oscila entre el 25 % y el 28 %. Una estabilidad que se explica fundamentalmente por las razones que sustentan su apoyo: de forma sistemática una mayoría de sus votantes admite apoyarles como resultado de la decepción y el desencanto con el resto de partidos. Pero, ¿en qué consisten esta decepción y este desencanto?

El crecimiento de Ciudadanos se explica por los mismos motivos que el ascenso del partido de Iglesias

En los últimos años, fruto de las múltiples crisis por las que pasa nuestro país, la ciudadanía ha asociado gran parte de nuestros problemas al bipartidismo. Consideran que la gestión de los dos grandes partidos —PP y PSOE— es la que nos ha conducido a la situación actual. Así, el bipartidismo se asocia con elementos tan negativos como la corrupción o la mala gestión económica. De hecho, un año antes del surgimiento de Podemos tres de cada cuatro españoles (74 %) ya pensaban que sería bueno para nuestro sistema político que PP y PSOE dejaran de ser los dos únicos partidos predominantes en la escena política y que pasaran a compartir el protagonismo con otros partidos de ámbito nacional con los que tendrían que contar para configurar una mayoría de Gobierno. Una opinión que ahora —ya con Podemos en la escena pública— sigue expresando la misma proporción de ciudadanos. Con lo cual, este rechazo al bipartidismo y a la corrupción son las grandes motivaciones que subyacen tras el voto a Podemos, siendo mucho más relevantes que la posible alternativa ideológica que puedan representar. Además, el deseo de acabar con el bipartidismo es transversal a todos los grupos sociales e ideológicos, aunque representa una motivación mayor para los votantes de izquierdas y moderados.

Estos mismos motivos descritos para el caso de Podemos son los que parecen subyacer tras el crecimiento de Ciudadanos. El partido de Albert Rivera —el líder político, hoy por hoy, mejor evaluado por la ciudadanía— pasaría a ser en sus pocos meses de vida el cuarto más votado, por delante de IU y UPyD. Un nuevo invitado incómodo que parece querer unirse a la fiesta atrayendo fundamentalmente a una parte sustancial (en torno al 10 %) de votantes desencantados del PP (y a los que la opción de Podemos no les acababa de convencer ni siquiera para acabar con el bipartidismo).

Hay, por tanto, numerosas incertidumbres por despejar en los próximos meses y no puede saberse cómo influirán en el voto a la formación de Pablo Iglesias o a la del propio Rivera. Pero si la principal motivación que está detrás de estos apoyos es propiciar el fin del bipartidismo, es muy probable que el sistema de partidos pueda cambiar en nuestro país este 2015. La pregunta que se vuelve cada vez más pertinente es: ¿aguantarán el embate el PP y el PSOE?

José Pablo Ferrándiz es sociólogo y vicepresidente de Metroscopia, e Ignacio Urquizu, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y colaborador de la Fundación Alternativas.

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